Imbabura Gráfica
CONTEMPLAR, TENER PRESENTE
Desde el diseño y la comunicación visual, la publicación de un estudio sobre la gráfica popular es siempre una oportunidad bienvenida. Es una invitación a un debate abierto sobre el sentido y la vocación de la gráfica en tiempos de globalización, en donde la sensación de lo homogéno sustituye a lo diverso, y en donde la tecnología pone en riesgo a lo manual y artesanal.
El primer rasgo a reconocer en este trabajo de Albert Arnavat es su ejercicio de contemplación. Contemplar es un ejercicio necesario para un comunicador visual. Para un diseñador, contemplar es anotar, observar, comparar, poner en jerarquía, y confirmar. Contemplar es considerar o tener presente a algo. Es dar vida y sentido a un objeto que pertenece a un tiempo y a un espacio breve, efímero, mutable y a punto de desaparecer. En esta práctica diaria está su capacidad de nutrir su oficio a partir de los ritos cotidianos, del paseo, de la lectura o de la conversación.
Con Imbabura Gráfica, el ejercicio de contemplación se ve mucho más enriquecido, cuando en esta provincia convergen al menos tres de las tradiciones culturales fundacionales para la formación del imaginario y de las identidades del Ecuador moderno: la indígena —mayormente quichua—, la afroecuatoriana, y la mestiza occidentalizada. Es este contexto cultural el que da un valor agregado a este libro, y de alguna manera habla de la extraordinaria diversidad cultural del Ecuador contemporáneo, como su mayor patrimonio, no solo dentro del campo artístico sino también dentro de una dimensión social y política. Es motivador, observar esta diversidad viva en las calles y en la cotidianidad de Ibarra o de Antonio Ante.
Sin embargo —y aunque parezca contradictorio— el origen de la gráfica popular de Imbabura es el mismo del resto de América Latina: mayormente proviene de un proceso híbrido con la matriz cultural de los Estados Unidos de la post-guerra, el de american way of life, que rápidamente se popularizó a través de sus industrias culturales y del mass-media, como el cine de Hollywood. La gráfica popular en Ecuador ha sido un fenómeno que, en las últimas dos décadas, ha sido recuperado no solo desde el interés de los diseñadores, sino también de varios artistas visuales, fotógrafos y cineastas. En contraste y en simultáneo, la gráfica popular ecuatoriana convive actualmente con otros estilos visuales, algunos más antiguos y otros más contemporáneo. La cuatripartición —por mencionar a uno de los más emblemáticos— es quizá el episodio fundante, que desde la gráfica tuvo una repercusión en la eclosión de la milenaria cultura andina y quichua.
El surgimiento (o la desaparición) de una tradición gráfica ha estado mayormente relacionada con la tecnología de los soportes expresivos. El repliegue de la gráfica popular está ligado a la aparición de las técnicas de impresión digital, sobre todo con el plotter. Aunque su función es plenamente utilitaria, el valor de esta tradición está en lo manual, en lo artesanal, un concepto reñido con la inmediatez de lo digital de la era global.
Finalmente, hay un valor más profundo en toda puesta en valor de la gráfica popular. En la gráfica popular hay una sintonía plena con las preocupaciones y los deseos más cercanos de la gente, de los estratos más populares de ciudad y el campo. Esa interdependencia desde el mensaje gráfico, desde el creador que evoca y dialoga con su propio público y comunidad, es impensable desde la distancia de los inmaculados escritorios de las agencias de publicidad o de las oficinas de marketing. Y por supuesto, en la gráfica popular son evidentes el humor, la ironía, la profanidad, lo tosco, lo incorrecto, lo incompleto. El director de teatro Peter Brook refiriéndose al teatro tosco, afirma que “da filo a la rudeza: lo sucio y lo vulgar son cosas naturales, la obsenidad es alegre, y con estos elementos el espectador adquiere su papel socialmente liberador, ya que el teatro popular es por naturaleza anti-autoritario, anti-pomposo, anti-tradicional, anti-pretencioso”. Queriéndolo o no, la gráfica popular expresa un tipo de resistencia o resilencia a un modo de vida, el de la globalización, obsesionado por el consumo más que por la vida.
Albert Arnavat nos deja esta ventana abierta para, desde el diseño, podamos reflexionar sobre nuestro trabajo como comunicadores visuales. Tener presente desde la gráfica es al mismo tiempo contemplar, y también, interpelar sobre los alcances y los límites del diseño en la construcción de una sociedad más compasiva y vital.
Introducción del libro por Norberto Chaves y Pablo Iturralde