Dolce Vita: Comunicación «in constructo»
Velocidad
Contundencia
Locuacidad
Convicción.
Aparcamos apreisa el auto en el estacionamiento del Cadisán -frenosa raya- con un chillido en los neumáticos al tomar la curva.
Caminamos con rapidez por las calles del Centro histórico de la ciudad de Quito bajo un sol amenazante.
La casa es fría y bella, con un patio silencioso que convoca a la meditación.
Pablo Iturralde habla con celeridad y contundencia sobre las cosas que conoce tan bien como sus convicciones.
El diseño gráfico son dos cosas: comunicación con sentido de la tradición y soporte de la identidad.
Eso nos queda claro y es una noción que no es tan sencilla como parece.
Pablo Iturralde lucha contra un contagio que él cree proviene de las entrañas del capitalismo contemporáneo: la publicidad.
¿por qué se preguntarán?
¿Por qué un diseñador gráfico que trabaja en marcas y estructuras se esfuerza con fruición en trazar muy bien las líneas que separan al arte, la publicidad y el diseño?
¿Por qué un hombre que ha conseguido enormes logros con su carrera de diseñador gráfico combate en su trinchera -armado de una inteligente frialdad- contra la realidad ficticia que a su entender crea la publicidad al difundir sensaciones que alienan y dibujan una realidad falsa?
Sin contradicciones.
Pablo Iturralde muestra sus trabajos que tienen una apariencia limpia todos ellos, logotipo, libros, carteles de filmes, imágenes de instituciones, todas obras preciadas y cimentadas en el sentido común, pero llevadas a un territorio de perdurabilidad sólida.
¿Cómo se inserta esto en la lucha con el mundo de lo efímero y lo vacuo de la publicidad?
Revista Dolce Vita conversa con Pablo Iturralde sobre la comunicación y la construcción visual.
Tengo un método de trabajo: yo no uso la creatividad. Soy un ingeniero de mensajes. Mi trabajo es frío y específico.
-Pablo Iturralde
El código gráfico de un país como este, el Ecuador, se remonta a 13.000 años de antigüedad, entre las culturas que habitaron los territorios del país, la particularidad de una continuidad en el código gráfico no partido ni descontinuado, obedece a la ausencia de invasiones a los pueblos que trabajaron dichas expresiones. Bueno: primero los incas, después los españoles.
Pero hay un soporte detrás, una justificación, un respaldo. El asiento del código gráfico en las condiciones de la naturaleza, permanentes, diversas y más fuertes que cualquier otro factor es lo que soporta esta riqueza.
¿Qué condiciones?
Algo que de tan frecuente parece obvio pero no lo es del todo:
La equinoccialidad (estar en el centro)
La fertilidad (producir y procesar con amplitud y salud)
La diversidad (comulgar de modo variopinto lenguas, culturas, etnias, representaciones, sentidos)
Estas son las bases -Pablo dixt- de que una tradición gráfica se remonte entre nosotros hasta tiempos inmemoriables y quien ahora se dedica a algo como el diseño pueda encontrar respaldo. Son factores de fuerza y resistencia al embate del tiempo.
Un logo por ejemplo, dice Pablo perdura porque se asienta en una tradición.
Un logo es una expresión basada en el sentido común de una necesidad de un cliente.
Un logotipo trasfiere al presente el eco del pasado.
En ese pasado la dualidad danza con una espontaneidad grácil. La causa, por fuerza, debe venir de la mano del carácter equinoccial del Ecuador.
Este es un oficio de la comunicación, el oficio en que Pablo está inmerso. Tomar las compañías, los clientes -el Cyrano, Mr. Books, la misma Dolce Vita que fue en su día uno de sus clientes para consolidar su estructura y marca- y atender a su necesidad de comunicar.
Y no comunicar nada más que lo que la misma marca pueda comunicar.
Lo demás es publicidad, el enfant terrible de Pablo. Porque la publicidad crea, diría Frederich Nietzche, falsos ídolos. Porque la publicidad es el mundo de la pseudoconcreciÓn diría un filósofo. Porque la publicidad es el mundo de la enajenación diría un sociólogo. Porque la publicidad es el mundo del sinsentido, diría un artista.
Nada perdurable puede ser extraído del pozo de la publicidad…
Juan Carlos Sigüenza, Dolce Vita No 79.